domingo, 17 de abril de 2011

Entre el derecho y el abuso


Hoy, volviendo a mi casa, vi nuevamente una escena que hace mucho tiempo me llamó la atención. El ómnibus estaba completamente lleno, había mucha gente parada, los asientos reservados estaban ocupados por unos ancianitos y yo estaba cómodamente sentado en uno de los sitios delanteros. Cuando llegamos al paradero de Aviación, se subió una señora de cuerpo ancho y macizo, que como máximo tendría unos 50 años de edad, y le exigió a un joven que le diera su asiento. El joven en primera le dijo que no, que el bus estaba completamente lleno y el se encontraba muy cansado debido a que volvía del trabajo. El joven no había ni terminado de hablar y la señora ya lo había comenzado a tachar de malcriado y a gritar a todo pecho sobre la realidad peruana, que ella era mujer y sobre la mala educación de los de los jóvenes de ahora. bla bla bla. Finalmente, y luego de la fuerte presión social que comenzó a haber sobre el joven, debido a que a la señora se comenzaron a sumar otras voces, tuvo que dejar su asiento y viajar parado el resto del transcurso, o amenos hasta donde yo me baje (aprox 50 minutos después). Luego de esta escena comencé a refeccionar sobre lo acontecido y llegué a la conclusión de que la idea machista sigue metida dentro de todos y sale a la luz sin que nos demos cuenta o que incluso la usamos cuando nos conviene. La señora descrita no era ninguna anciana decrepita y podía muy bien soplarse todo el viaje de pie sin sufrir ninguna lesión ni nada;sin embargo, consideraba que su posición de mujer y de persona "mayor" le daba el privilegio de subirse al carro más lleno de Lima y quitarle el asiento a alguien que se subió mucho antes. Estoy seguro de que ningún señor se atrevería a exigirle a una chica que le de su asiento. Hay que dejarnos de tonterías y comenzar a vernos a todos como iguales, sin ventajas ni las criolladas que tanto nos caracterizan.

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